jueves, 16 de junio de 2016

Educar la libertad en momentos de crisis.

Educar la libertad en momentos de crisis

El mes pasado compartía con ustedes esta reflexión a cerca de una ética mínima para poder convivir como sociedad. Y decía que debíamos empezar por cuestiones simples, podríamos decir, básicas de las relaciones humanas. Elevar el nivel ético de una sociedad es tarea muy difícil,  ya que en las decisiones éticas está en juego nuestra más noble facultad: la libertad. La libertad es la capacidad que tenemos todos los seres humanos para decidir que hacemos en cada segundo de nuestra vida. Podemos decir que es aquello que nos hace, nos define como seres humanos. Es decir: porque podemos conocer distintos modos de hacer una cosa, podemos decidir cuál de ellos empleamos para realizar nuestras metas. Siempre las decisiones que tomamos están guiadas por esta facultad de conocer. Muchas veces el conocimiento se siente obnubilado por algunas cuestiones: emociones, sentimientos fuertes, pulsiones, etc. pero cuando hablamos de una acto humano siempre estamos hablando de una acto deliberado que tiene objetivos. Una persona encerrada en cuatro paredes,  podemos decir que es libre  y puede decidir la forma en que decide vivir ese encierro. Evidentemente que las condiciones externas, sociales, económicas, educacionales, etc., van a influir en el modo en que tomamos decisiones. Por eso decimos que la educación es fundamental a la hora de la construcción de una sociedad. La educación es el sistema que hemos inventado los hombres para ampliar nuestro conocimiento sobre la realidad. Una persona, mientras más conozca, mientras más posibilidades tenga para elegir, es más libre y por lo tanto las decisiones que toma están más “cargadas” de responsabilidad ética. Por eso el desafío enorme que pesa sobre los educadores. Estamos “manipulando” en las aulas el futuro de muchas personas. Estamos formando en la toma de decisiones a una sociedad. Cuando abrimos el mundo a los niños y adolescentes estamos mostrando formas concretas de relacionarnos con los valores, con lo que creemos que es importante y lo que creemos que no lo es.  En la era de la globalización, de las redes sociales, de la sociedad de la comunicación, de la aldea global;  nuestra  tarea es compartida con muchos otros productores de sentidos: Los medios de comunicación, las grandes empresas multinacionales que manipulan conciencias y hasta estados; pero tengo la certeza que todavía, a pesar de toda esta maquinaria puesta al servicio de intereses mezquinos, es posible en el diálogo personal, en el cara a acara, en cada una de nuestras aulas, con la herramienta más importante que tenemos los seres  humanos: la palabra, construir en el dia-logos, es decir la palabra dicha de a dos, construir conocimiento, abrir horizontes y seguir despertando en los corazones de los jóvenes esa búsqueda interior del bien, de la verdad, de la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor…esos valores  que están en lo más profundo de la naturaleza humana y que nos permiten soñar con un mundo mejor.
Educar la libertad tiene que ver con un desafío que es realmente inquietante, que no depende de nosotros sino de la respuesta libre que debe dar el otro. Animarse a sembrar y dejar que cada uno proyecte según su entorno, sus posibilidades, sus capacidades, etc. su propia vida. Educar es en este sentido arriesgar, dejar ir, con la incertidumbre propia de nuestra precariedad existencial, de nuestros límites. Toda decisión tiene esta carga de riesgo, de situación extrema, de incertidumbre pero que  vale la pena afrontar.
En estas horas críticas del mundo, de nuestra Patria, los educadores, tenemos que animarnos a repotenciar nuestro compromiso con la palabra, con la educación porque es el único camino para cambiar el mundo.


 
Lic. Gustavo Pizzi

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