La verdad
Por Juan José Sbodio |
Heráclito, Parménides, Sócrates
fueron grandes filósofos que hemos estado estudiando en este último tiempo.
Tres grandes mentes del pensamiento griego clásico que tenían ciertas
diferencias que los identificaban y nos hacían ver la realidad de diversas
maneras posibles, desde diferentes perspectivas.
Heráclito con su pensamiento
dinámico de un constante devenir de las cosas, de un cambio constante, un fuego
inapagable nos plantea una verdad muy difícil de conocer, por el mero hecho del
cambio. No podemos llegar a conocer algo porque siempre cambia, “en los mismos ríos entramos y no entramos,
[pues] somos y no somos [los mismos]” nos dice el gran pensador, haciendo
referencia a que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, las aguas no
son las mismas y nosotros tampoco.
Por otro lado Parménides, con un
pensamiento totalmente opuesto sostiene que todo lo que podemos pensar es y por
lo tanto existe. Todo lo verdadero es lo que podemos conocer por la razón. El Ser para Parménides es todo lo que existe
y es único, eterno, incorruptible, inmóvil y esférico. Estas características
determinan que lo verdadero, lo que existe, es inmóvil y eterno, o sea, la
oposición total al filósofo anterior.
Por último tenemos a Sócrates,
considerado muchas veces como “el hombre más sabio de la humanidad“, y en su
apología plantea que su sabiduría está dada por aceptar la propia ignorancia.
Si bien no escribió nada, gracias a su discípulo Platón podemos conocer sus
ideas.
Sócrates pensaba que la verdad era
única y universal, pero que estaba en cada uno. “Conócete a ti mismo” era una de sus grandes frases, de esa manera
conocerías la verdad. A través de la “mayéutica”, que era su metodología (en
griego “dar a luz”), no enseñaba a los demás la verdad, porque no la conocía
como para poder enseñarla, sino que a través de preguntas intentaba que cada
uno logre encontrar esa verdad que lleva dentro.
Esta “mayéutica” fue la que utilizó
nuestro profesor de filosofía Gustavo Pizzi, porque en una evaluación, además
de preguntas teóricas sobre las citadas, nos hizo preguntar: “¿Es posible conocer la verdad? ¿En qué sentido
sí o no? ¿Cuál es el límite?”, una pregunta que quizás nunca nos hicimos,
que parece estar dada, pero cuando intentamos dar una respuesta no es muy sencillo.
Luego de leerla varias veces y
reflexionar, se me ocurrió pensar que en parte algo de verdad vamos conociendo,
es fundamental para la vida y su desarrollo conocer cómo funcionan las cosas y
el entorno en el que nos encontramos. En los últimos años la ciencia ha
avanzado mucho en el terreno de “lo verdadero”, sin embargo creo que la verdad
sigue siendo una utopía.
Puede que exista una verdad única,
lo que la hacer variar es la percepción que podemos tener hacia ella. Mezclando
a los filósofos… cada uno llega o intenta llegar a esa única verdad de maneras
diferentes y encuentra así cosas diferentes que considera como verdaderas.
Un ejemplo que podemos citar es
Dios. Para muchas religiones monoteístas, hay un ser divino, un único ser
omnipotente que es el ideal de vida para el hombre. “Dios”, “Alá”, “Zeus” son
quizás percepciones correctas, quizás este ser sí existe, la diferencia está en
que puede ser el mismo para las tres religiones, los caminos recorridos para
conocerlo fueron diferentes y por eso se lo conoce de distintas maneras.
En mi opinión, el límite para llegar a la
verdad es la historia. ¿Por qué la historia? Si gracias a ella conocemos un
montón de cosas. Sí, pero no en profundidad, no en esencia. Nunca conocemos las
cosas tales como son porque son resultado de luchas, reformas, cambios,
transformaciones, necesidades, problemas y muchos más factores que se
relacionan estrechamente entre sí. Cada ser, cada substancia nace en un entorno
determinado, en un contexto determinado y que va sufriendo cambios y se va
modificando, tomando nuevas formas y fines. Por eso conocer algo tal como es
sería prácticamente imposible, sería navegar por el pasado profundamente y
nunca vamos a terminar, porque el pensar esto, ya es historia.
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